top of page

Un legado que seguirá vigente hasta la eternidad

Actualizado: 16 nov 2022

“La adversidad nos perfecciona, pues, aparte de las virtudes que por ella adquirimos, descubre las potencias de nuestra alma” (P. Matovelle)


Quisiera que traslademos nuestra mente 138 años atrás para situarnos en el lunes 6 de octubre del año 1884, día de alegría y regocijo no solo para el Ecuador, sino también para la Iglesia y porqué no decirlo para el mundo entero, ya que después de superar innumerables adversidades, pruebas y obstáculos, en una humilde capilla dedicada al Inmaculado Corazón de María, el Venerable Padre Julio María Matovelle acompañado por dos sacerdotes Adolfo Corral, Jesús Arriaga y el seminarista Adolfo Bravo llevan a cabo una gran misión donde se vislumbra la acción del Espíritu Santo quien permite el nacimiento de la Congregación de Misioneros Oblatos de Corazones Santísimos.


Desde sus inicios, el carisma Oblato estuvo al servicio del Reino de Dios y a mi modo de ver fue una invitación un tanto arriesgada que aquellos ilustres hombres decidieron aceptar al emprender dicho proyecto, ¿Por qué digo que este fin era arriesgado? Porque ser Oblato significa ser testimonio del Verdadero Amor, tal como nuestro fundador lo dirá en las constituciones primitivas: “Toda la Congregación de Oblatos, sin excepción alguna, se considerará como una víctima ofrecida al Eterno Padre en unión con la Hostia inmaculada que se ofrece diariamente en nuestros altares” Con esta difícil consigna se inicia un proyecto guiado por Dios que ha permanecido vigente por mas de un siglo y ha transmitido el evangelio con radicalidad demostrando que el Reino de Dios se puede hacer presente en el corazón de la humanidad entera.


Ahora bien, el camino previo a este día tan dichoso estuvo lleno de cruces y dificultades, que valen la pena recordar para descubrir la acción salvadora de Dios en el inicio de esta gran obra. En primer lugar, se encuentran los gobiernos liberales que por aquel entonces regían al pueblo ecuatoriano y progresivamente se encargaban de eliminar cualquier iniciativa que quisiera encaminar al pueblo hacia Dios, llega incluso un momento donde el padre Matovelle se pregunta “¿Pero, lo que es imposible para los hombres, lo será también para Dios? ¿No está en su voluntad soberana inclinar y mover a su agrado los corazones de los reyes (refiriéndose a los gobernantes)?” Definitivamente estaba en lo cierto, ningún poder humano pudo impedir que se lleve a cabo la obra de la divinidad.


Estoy seguro que si alguno de nosotros hubiera estado en medio de estas vicisitudes muy probablemente dejaríamos a un lado la idea de fundar una Congregación, sin embargo, la virtud que caracterizó a Matovelle fue la resiliencia, pero sobre todo la confianza total que depositaba en la Voluntad Divina. Él lejos de mostrar frustración ante los constantes ataques, encontraba su más grande refugio en la oración que además la solicitaba para depositar todos sus proyectos en manos de Dios y encontrar las luces necesarias que le ayuden a dilucidar el proceso de la fundación, sus escritos lo afirman: “previo al establecimiento de una Congregación religiosa, me dirigí a personas de dentro y fuera de la República, que gozaban de fama de gran virtud y, aún, de santidad, para que, con sus oraciones poderosas y eficaces, me impetrasen la luz que tanto deseaba”.


Siguiendo este camino de dificultades vemos que no solamente las autoridades civiles se oponían a la fundación de una obra tan maravillosa, los mismos sacerdotes e incluso los obispos se encargaban de traer más cruces para impedir que el proyecto se llevase a cabo, nuevamente cito al Padre Matovelle para explicar estos acontecimientos: “El Clero todo de la Diócesis se volvió contra nosotros; todos impugnaban el proyecto como una ilusión quimérica o una empresa irrealizable; nos tachaban de locos, de soberbios, de rebeldes. Juzgaban no pocos que lo que intentábamos con la Congregación era fundar una sociedad mercantil, para enriquecernos, o que la habíamos ideado para sustraernos a la autoridad del nuevo Prelado, el limo. Señor León que acababa de ser propuesto por el Gobierno del Ecuador a la Santa Sede, para Obispo de Cuenca. Fue tan general la conjuración de todo el público contra nosotros, muy especialmente contra mí, que apenas había persona que nos encontrara, que no nos lanzara una injuria o un dicterio.”


¡Que duro fue el camino! Pero ¡que grandes fueron los frutos! A veces me pongo a pensar en que hubiera pasado si Matovelle abandonaba la idea de fundar una obra como esta y llego a la conclusión de que todos los lugares donde se encuentran los Oblatos y todas las personas que amamos esta comunidad hubiésemos sido los principales afectados ya que probablemente nunca se nos habría presentado un camino tan maravilloso por medio del cual encontrar a Dios desde lo sencillo, en las alegrías cotidianas, en el compartir fraterno y en los abrazos que fortalecen nuestras tribulaciones. En fin, se nos hubiera quitado un pedacito de amor que llena infinitamente nuestros corazones y por eso hoy es un día para agradecerle a Dios por la perseverancia de los primeros Oblatos.


Después del 6 de octubre de 1884 puedo decir que inició un camino de constante florecimiento donde la Oblación transformó realidades, quisiera poner algunos ejemplos dignos de recordar en esta fecha tan importante: Transcurrido poco tiempo desde la fundación, la primera parroquia que recibieron los Oblatos fue en la ciudad de Azogues, este pueblo tenía una particularidad que Matovelle con preocupación lo menciona: “Cuando nuestra naciente congregación se estableció en Azogues, la situación de esa parroquia, en el orden moral, era grandemente deplorable. Los hombres en su generalidad no frecuentaban los sacramentos; muchísimo menos oían la Santa Misa” había una apatía religiosa gigantesca, sin embargo después de un arduo trabajo de evangelización y a pesar del número limitado de Oblatos muchas personas presenciaron la transformación del pueblo entero, llegando a decir “aquí se respira por todas partes el recogimiento y el aroma de la fe”, siento que estas mismas palabras las escuchamos hoy en nuestros templos y obras congregacionales, “aquí se respira el legado de Matovelle” y esto demuestra que la semilla inicial fue creciendo incesantemente pero sobre todo conservó su esencia sin importar el paso de los años.


Como no mencionar el trabajo realizado por extender el Reinado del Corazón Eucarístico de Jesús a través de los años (fin externo de nuestra congregación), labor que en muchos momentos fue e incluso es atacada por autoridades civiles, eclesiásticas e incluso fieles que son incapaces de mirar la importancia de testimoniar el amor encerrado en la Eucaristía con la vida misma. La Congregación de Oblatos ha gastado su vida entera por dar cumplimiento a este fin, desde el tiempo de nuestro fundador los Oblatos iniciaron la monumental obra de la Basílica del Voto Nacional, emblema ecuatoriano que nos recuerda la consagración de este país al Corazón de Jesús, de igual forma el monumento a la Virgen del Panecillo que evoca todo el amor que como Oblatos profesamos hacia el Inmaculado Corazón de nuestra Madre, monumentos que no solo se quedan como simples obras arquitectónicas, sino que encierran un trasfondo espiritual muy grande ya que nos recuerdan ese primer anhelo de nuestro fundador y los innumerables frutos que ha dejado para toda la humanidad.


Han pasado 138 años y el legado sigue más firme que nunca, hoy en día los Oblatos están presentes en santuarios, parroquias, colegios, medios de comunicación, aquí en Colombia ustedes ya conocen nuestra labor en la fundación Sol en los Andes, el Liceo Matovelle, la Capilla Nuestra Señora del Pilar, el noviciado en Cajicá, nuestra parroquia en Popayán, en fin, obras que como ya lo dije muestran el amor infinito que Dios ha tenido con nosotros. Una vez realizado este recorrido vienen a mi mente algunas interrogantes ¿Cómo puede la Oblación responder a los retos que nos propone la Iglesia hoy? y ¿Cómo podemos hacer que el carisma Oblato sea significativo en nuestras vidas?

Responder estas cuestiones implica atender a la llamada que nos hace el Papa Francisco cuando afirma que es necesario una transformación misionera que responda al verdadero llamado que nos hace Jesucristo hoy “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les os he mandado” (Mt 28, 19-20). De este modo ser Oblato consiste en salir de mí mismo e ir hacia las periferias, esto no significa desplazarme mil kilómetros para evangelizar, implica mirar hacia los lados y descubrir que el otro me necesita. Así como Matovelle fue capaz de asumir su llamado y transmitir a Dios con radicalidad, este día nos invita a descubrir la misión a la cual estamos llamados como Oblatos y aquí no solamente me refiero a los Padres o hermanos que se han consagrado a la Congregación, me refiero a todos ustedes que de distintas formas han sido tocados por este carisma.


Es vital que seamos fuente y camino para seguir construyendo la historia de la Oblación, esta reseña histórica es simplemente el resumen de aquello que implica ser una víctima inmolada en aras del amor, donde lejos de asumir los dolores diarios bajo una resignación, necesitamos atravesar el umbral de la esperanza. “No detrás de sí mismo con la Cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz” tendiendo siempre hacia una luz que nos llama cada día y nos invita a dejar atrás todos los limitantes para mediante la caridad y el sacrificio hacer de los sufrimientos una oblación perpetua a imitación de Jesucristo. Retornemos siempre hacia las palabras de Jesús quien con firmeza nos dice ¡No tengáis miedo! y vivamos cada día como el último ya que una ganancia sería morir y no hay satisfacción más grande que lo hicimos, con la certeza que fuimos verdaderos Oblatos y no dejamos morir el carisma de Matovelle aún con el paso de los siglos hasta la eternidad.


Ob Amorem Dei

Hno. Andrés Moreno o.cc.ss

56 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page